Antonio Velásquez y Luis Fernando Tejada fueron los dos primeros caficultores que vendieron sus productos a través de la asociación Café, Carriel y Arrieros, una experiencia que les ha permitido conocer de cerca las cualidades de su grano para comercializarlo en el exterior.

Desde hace un año ambos productores se vincularon con la asociación, tiempo en el que han venido trabajando juiciosamente en sus respectivas fincas y siguiendo las recomendaciones que les han dado los asesores que trabajan de la mano con el proyecto.

Para Luis Fernando Tejada el café fue parte fundamental de su vida, pues desde niño, cuando su padre atravesó por algunos problemas de salud, se le asignó el cuidado de la finca y las labores propias del cultivo, tarea que él adoptó y sigue realizando hasta hoy. Durante estos años ha vendido su producción a empresas y pequeños compradores, ha cultivado, cosechado y tostado café en su finca para venderlo graneado, pero siempre a la espera de que sus cafés especiales fueran reconocidos por su calidad. Fue entonces cuando un amigo lo invitó a una reunión de la asociación, porque como él mismo dice “cada vez que hay reunión de café ahí estoy”, y se dio cuenta de que esta era una oportunidad que no podía dejar pasar.

Esa reunión fue el impulso que Luis Fernando necesitaba para continuar explorando en el campo de los cafés especiales, un trabajo que hoy da sus frutos gracias a su Café Honey, cuya valoración en cata ha alcanzado los 86 puntos, un resultado que habla muy bien de la calidad del grano que este hombre produce en su finca. Gracias a la gestión de la asociación y de Mastercol, aliado estratégico, Luis Fernando vendió 200 kilos de su café a Inglaterra, país que recibirá lo mejor del sabor y el aroma de este producto. A diferencia de Luis Fernando, Antonio Velásquez tuvo un acercamiento al café relativamente reciente. Si bien durante su infancia ayudó en las actividades propias de la producción, luego viajó a Medellín, donde trabajó por décadas en una empresa de la ciudad, hasta retirarse. En ese momento las ganas de regresar a su tierra se materializaron y en 2003 compró una finca en Jericó, adonde se trasladó. En esta finca, que hoy es su hogar, Antonio comenzó con el cultivo de café tratando de recordar parte de su infancia y esa experiencia le ha permitido ingresar a la asociación, donde ha recibido un acompañamiento para mejorar la calidad de sus granos, una tarea que le permitió exportar 172 kilos de café. “Hacer parte de la asociación ha sido una buena experiencia, somos casi 40 asociados, pero esperamos seguir creciendo”, relata Antonio.

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